Hoy celebramos
la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. También conocido
como Corpus Christi, esta fiesta honra la Presencia Real de Jesús
en la Eucaristía, la cual es la “fuente y culmen de toda la vida
cristiana” (Catecismo de la Iglesia Católica, Núm. 1324). Cristo está
presente de muchas maneras en la Iglesia, pero su presencia en
la Eucaristía es única. En la Eucaristía, Jesús está
presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad. Se le llama la “presencia real”
porque Jesús está verdaderamente presente “por excelencia”.
Jesús les habló
a los apóstoles con palabras que les habrá costado entender: “Yo soy en pan
vivo bajado del cielo...el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y
yo en él...”. Y finalmente, el día anterior a su pasión y muerte en la cruz, en
esa última cena con sus discípulos, crea el signo sacramental de su Pascua,
para que sus discípulos pudieran repetirlo a través del tiempo, en memoria suya.
En cada
celebración eucarística glorificamos a Dios y somos santificados. Alabamos a
Dios con salmos, himnos y cantos y Él nos responde con la presencia sacramental
de Jesucristo, pan vivo bajado del cielo.
Ofrecemos pan y
vino y por el poder del Espíritu Santo y el ministerio del sacerdote se
convierten en el cordero de Dios que quita el pescado del mundo.
La Eucaristía
nos permite unirnos a Dios y realiza la comunión de la toda la Iglesia. Hoy más
que nunca queremos darle gracias a Dios por el don de su Cuerpo y su Sangre y
queremos pedirle que nos fortalezca como familia y como comunidad parroquial
hasta el momento del reencuentro, cuando volvamos a ser alimentados con el Pan
que da vida, la fuerza y la alegría.
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